Os quiero


Otra vez este silencio incómodo. Otra vez este silencio ruin. Otra vez este silencio que no es silencio sino ruido. Uno que no puede oírse pero que está ahí. Lo sientes.
Ruido de lágrimas calladas, de lamentos ahogados, de corazones rotos, de esperanzas perdidas.

Ayer me vestí pensando que todavía dormía. Llegué a aquel sitio oscuro pensando que era una pesadilla. Lo observé todo y a todos desde lejos y todavía no me lo creía. Vagué despierta sin saberlo entre llantos de plañideras, entre frases hechas y risas bajas.
Me senté en la sombra y dejé que pasaran las horas hasta despertar de nuevo.
Pero no desperté de aquello; y la noche dio paso al día y este a la realidad. Estaba allí, no era mentira, ni sueño, ni ilusión. Todo era cierto.
Y las lágrimas supieron saladas de nuevo y el mundo oscuro ya no era oscuro, era como siempre, y se había olvidado de todo porque todo tenía que continuar. Entre sollozos decidí mirarlo y se movía y daba vueltas sin sentido mientras yo estaba quieta.

Y, mientras las gotas se derramaban una a una, pasó. El vacío, el que ya era vacío desde hacía meses, se hizo más profundo; y la oscuridad, la que llevaba aquel tiempo guardada allí dentro, se hizo más tenebrosa; y la soledad, la que se sentía solo en el silencio ruidoso, se volvió más extraña y dolorosa si cabía.

Juntos hundieron y ahogaron todo lo que encontraron a su paso y se llevaron todas las emociones. Y no hubo sonrisas, risas, ni aplausos. Se estropearon los abrazos, las caricias y los besos. Rompieron todo lo bueno y solo quedaron ellos: vacío, oscuridad y soledad.

Es cierto que todo se restablecería de nuevo. El vacío daría lugar a recuerdos de los que tras lágrimas se termina en sonrisa; la oscuridad sería luz para iluminar los caminos de otros con lo aprendido; y la soledad sería en compañía la misma que continuaría el siguiente ciclo.

A ti también: Gracias, por hacerme la envidia del resto de las niñas, por las libretas, por venir a recogerme el día del Mar Egeo... ya paro, ya paro. No he querido hacer una enumeración de recuerdos, pues sería una burda copia de aquello que le dediqué hace nada a tu compañera de camino, a aquella sin la que no sabes estar. Sabes que los tengo que son miles y millones y que estarán siempre conmigo. Al igual que tú con ella y ella contigo. Os quiero, siempre.